Desde mediados hasta finales del siglo pasado, el conocido economista Stephan Mandel ganó la lotería hasta 14 veces. De hecho, las posibilidades de ganar son escasas, uno preferiría que le cayera un rayo a que le tocara la lotería, pero aquí el sistema se ha roto hasta 14 veces.
Cabe destacar de entrada que Stephan no tuvo una educación demasiado y prestigiosa, fue matemático y lo estudió a nivel amateur. Su salario era de 88 dólares al mes, y tenía que mantener a su familia con ese dinero. Pero después de que las matemáticas empezaran a utilizarse de forma diferente, las cosas cambiaron para mejor.
La idea original de Mandel era averiguar qué era la lotería y cómo vencerla. Rápidamente se dio cuenta de que la clave para ganar estaba en las matemáticas, y que simplemente tenía que calcular el bote, donde el precio final era 3 veces la cantidad potencial.
Es decir, si se tratara de una lotería, que requiriera adivinar 6 números hasta el 40, habría casi 4 millones de combinaciones posibles. Y el matemático esperó a que el importe del bote se multiplicara por 3.
Por supuesto, un billete cuesta un dólar, y para cada combinación individual es posible comprar un billete y luego ganar el bote. Por supuesto, en este caso hubo pérdidas, pero cuando el importe del bote se hizo mayor, esta manipulación tenía sentido.
Los costes adicionales, como la logística, eran algo que complicaba mucho la gestión del negocio, y bastante, aunque la idea original fuera bastante sencilla.
Después de que Stefan identificara las loterías con las combinaciones ganadoras adecuadas, decidió reunir a inversores que invirtieran sólo unos miles de dólares en el proyecto. Después, simplemente se imprimieron millones de copias de billetes con todas las combinaciones posibles. Sin embargo, se quedó con las ganadoras y las distribuyó entre los inversores, y entregó las otras a los comerciantes.
Este esquema se utilizó originalmente en Rumanía. Todo el tiempo empleado en los cálculos estaba justificado, ya que el importe de las ganancias era de unos 20 mil dólares. Y en los años 70, Stephan empezó a hacer lo mismo, pero ya en Australia e Inglaterra.
Por supuesto, el esquema tenía algunas desventajas. Al principio, todas las variantes de combinaciones tenían que escribirse manualmente, y el factor humano jugaba su papel. Aunque el importe del bote era bastante pequeño, las ganancias debían repartirse entre los inversores. Y al final se quedó con unos 4 mil dólares para él. Pero el mayor premio fue en 1987, cuando el bote ascendió a 1,3 millones. Tras el impuesto y el reparto de fondos entre los inversores, el propio Stefan obtuvo 97 mil dólares.
Y con la llegada de los ordenadores, las cosas no hicieron más que mejorar, ya que el trabajo manual se realizaba ahora con software. Creando todo un equipo de especialistas que seguían el bote durante unos años había ganado 12 loterías con un valor total de 400 mil dólares, tras lo cual las autoridades se interesaron por él. Las leyes cambiaron y el sistema se puso a punto. Pero siguió perfeccionando su propio esquema y pronto incluso empezó a hacer trampas, aumentando así su propia fortuna. Ahora está prohibido imprimir billetes en casa.